El jinete apocalíptico de la guerra cabalga por medio oriente. Por Carlos Gutiérrez P.

22Una vez más el jinete apocalíptico de la guerra cabalga brutalmente por medio oriente, arrasando a pueblos indefensos ante la complicidad y complacencia de los liderazgos políticos del status quo mundial.

El llamado eufemísticamente conflicto palestino-israelí se desata nuevamente con los clásicos gritos mediáticos destemplados de una guerra en toda la línea, las referencias a una larga historia de desencuentro, atropellos y decisiones burocráticas definidas en los gabinetes de los líderes mundiales ajenos realmente al dolor de los civiles, y los innumerables cálculos de una geopolítica del terror.

1.-        ¿Cuál es la denominada causa palestina?

Así como la denominación de conflicto palestino-israelí esconde una pequeña trampa semántica, ya que en realidad el conflicto es generado por la política de uno de los actores, en este caso el estado israelí, y que se atenúa en la medida que la enunciación en cuestión hace referencia a dos actores, por lo tanto, distribuyendo la responsabilidad en partes iguales.

El carácter del conflicto está indisolublemente ligado a la otra denominación común que es la llamada “causa palestina”. Y esta causa o demanda básica que origina el conflicto no es otra cosa que la exigencia de la creación de un estado palestino con capital en la ciudad de Jerusalén, que hoy ha sido reivindicada como el factor clave para resolver definitivamente esta histórica tensión.

Justamente la línea divisoria entre aquellos actores externos que quieren ayudar a resolver el conflicto, y los otros que eluden o postergan la centralidad de la demanda, pasa por el reconocimiento del derecho al estado palestino soberano, con reconocimiento internacional y membresía plena en Naciones Unidas.

2.-        La tensión política interna    

En ambas sociedades se viven tensiones políticas internas, que de alguna forma ayudan a construir los relatos y las acciones de cada una de las partes. En el lado palestino, es honesto reconocer que Hamas representa de forma más fidedigna los anhelos soberanos del pueblo palestino que la propia Autoridad Palestina, y que con acciones decididas como esta, lo instala como el sujeto relevante, que demuestra capacidad y convicción. El estigma de terrorista es una construcción de la hegemonía estadounidense, que tiene más bien fines propagandísticos en el medio comunicativo occidental, pero que no tiene mayor relevancia en el propio mundo musulmán. Además de toda la carga de cinismo político que esta tiene, considerando la política constante de Estados Unidos de crear y alimentar artificialmente a grupos extremistas para sus fines políticos desplegados en oriente medio y lejano oriente. No está de más recordar que en todo momento la organización que haya sido la que levantase la bandera de la resistencia o sublevación palestina siempre fue catalogada de terrorista. Nunca ha existido en la elaboración política israelí, y su aliado consustancial Estados Unidos, un momento reconocido como legitimante de la demanda palestina.

En la parte israelí es de amplio conocimiento la larga presión política que venía realizando la sociedad civil contra el gobierno derechista sionista de Netanyahu, justamente por sus políticas extremas que tensionan su democracia liberal. Hoy está superado momentáneamente, mientras transita la coyuntura crítica. Pero es justamente, la debilidad política del gobierno la que hace endurecer un discurso y una acción. Las palabras del primer ministro y del ministro de defensa llamando a aniquilar y desmantelar la franja de Gaza, a acabar definitivamente con la milicia sublevada, los calificativos de “personas animales”, “salvajes” y otras denominaciones están en la lógica de la demonización de los palestinos y su consiguiente acción restauradora y aplicación de un cordón sanitario.

Así tenemos una dualidad en que la fortaleza de uno (en este caso Hamas) y la debilidad del otro (el gobierno de Netanyahu), se retroalimentan para enfrentarse en una lógica guerrera.

3.-        El arco geopolítico

Siendo ya la actual coyuntura, con los ataques de Hamas y las respuestas israelíes, muy crítica por el alto costo humano que está teniendo en la población civil, la posibilidad verosímil de que escale al conjunto de la subregión augura una situación aún más compleja.

Israel está rodeado de países inamistosos, y especialmente asoma con un interés proyectivo regional el estado de Irán, que ya es una potencia militar de consideración, que además cuenta con voluntad y convicción.

Esta coyuntura puede dar pie a un nuevo ordenamiento de la comunidad de países árabes, particularmente si la acción israelí continua en la lógica de un genocidio palestino.

Hoy todos los países de la región son observantes de la evolución militar, y hasta ahora la impecabilidad de las fuerzas armadas israelíes y su sistema de defensa están en tela de juicio, como lo ha podido demostrar una milicia que ha desarrollado tácticas novedosas desde la óptica de una guerra asimétrica.

Los gobiernos árabes también se tensionarán en sus respectivos frentes internos, ya que progresivamente sufrirán las presiones de sus ciudadanos por un apoyo más explícito a la resistencia palestina, particularmente en el escenario de una invasión al territorio de Gaza, donde además se expresará una nueva fase del conflicto, la siempre inquietante lucha urbana, que podría ser un terreno más beneficioso para una insurgencia que para un ejército formal. La experiencia de la desastrosa incursión de las fuerzas armadas israelíes en el Líbano en la lucha urbana contra Hezbolá, está en la retina y en la experiencia de estos grupos armados.

4.-        La crisis de las instituciones globales

Todo el mundo relativamente serio reconoce que Israel tiene prerrogativas mundiales que ningún otro estado posee. Ha violado sistemáticamente cuantiosas resoluciones de Naciones Unidas, otras agencias del sistema mundial, acuerdos y grupos ad hoc. La clave está en que posee el apoyo irrestricto de Estados Unidos que bloquea toda posible resolución del conflicto que no sea bajo los términos de Israel.

Esto demuestra una vez más, la impotencia de estos organismos mundiales, y la tarea impostergable de su reestructuración.

En esta ocasión, y es casi imposible abstraerse de lo que ocurre en el caso del conflicto ruso-ucraniano, no se aprecian otros organismos internacionales que declaren con fuerza la denuncia de violaciones al derecho internacional humanitario por parte de Israel y sus correspondientes sanciones asociadas, teniendo en cuenta que este es un país, miembro de Naciones Unidas y que por tal tiene obligaciones en derecho exigibles.

Por ejemplo, hasta ahora no se ha escuchado a la Corte Penal Internacional alguna inquietud en torno a crímenes de lesa humanidad en contra del jefe de estado de Israel.

5.-        El rol de los actores mundiales

Como ha venido manifestándose en estos últimos años, tenemos claramente dos visiones de cómo afrontar los desafíos de un mundo que está paulatinamente cambiando.

Por una parte, tenemos a grandes actores mundiales como China, Rusia y otros países del BRICS, llamando a detener la escalada guerrera, constituir urgentemente un grupo de países que medien y abran espacios para el diálogo y la negociación, así como en lo inmediato ofrecer ayuda humanitaria.

Por la otra parte, está Estados Unidos y su alianza atlantista que asumen como propias narrativas de odio tomando partido por uno de los actores del conflicto, justificando las acciones que violan el derecho internacional humanitario, como lo ha dicho explícitamente Naciones Unidas, aportando acciones que tienden a incrementar la escalada. En esta lógica está la movilización hacia la zona de fuerzas aeronavales de Estados Unidos, y de flota de buques de guerra por parte de Inglaterra, amenazando explícitamente a países de la región que solidarizan con el pueblo palestino.

Asimismo, otros países europeos ya han comprometido recursos armamentísticos que serán utilizados en la anunciada ocupación de la franja de Gaza.

6.-        Los cómplices y los complacientes

Es indudable que el cómplice principal de la política colonial de Israel es Estados Unidos, lo que repercute directamente en sus acciones y la impunidad de estas. Es su hegemonía la que impide acuerdos que sean equitativos, que favorezcan reivindicaciones tanto palestinas como israelíes.

Lamentablemente la sociedad israelí no ha podido desligarse de una impronta sionista, que la tiene atada a una lógica victimizada y a una épica de resistencia en un ambiente hostil, que la ha llevado en la práctica a una cosmovisión militarizada de amigos y enemigos.

Por otra parte, un conjunto de países complacientes de la órbita europea, portan una subjetividad de victimarios de la cual tienen que permanentemente estar redimiéndose, lo que los bloquea para determinaciones taxativas dirigidas a resolver el conflicto, que pasa por reconocer la responsabilidad israelí.

Los complacientes son aún más cínicos, como Francia y Alemania que exigen castigos ejemplarizadores contra Hamas, pero que silencian los crímenes de guerra israelí, además de ofrecerse para buscar soluciones. Los mismos países que durante 8 años constituyeron el grupo de diálogo entre Rusia y Ucrania para solucionar el conflicto, y que recientemente reconocieron que con esas gestiones solo buscaron ganar tiempo para rearmar a Ucrania y esperar un mejor momento para atacar a la población del Dombass.

7.-        Por dónde pasa la solución

Como lo han manifestado varios países, tanto de la región como de liderazgo mundial, debe tenerse en cuenta una cantidad de decisiones que logren satisfacer demandas y condiciones para ambas partes:

  1. El reconocimiento de un estado palestino soberano y con capital en Jerusalén.
  2. La incorporación de Palestina a Naciones Unidas como miembro pleno ahora.
  3. La detención de las acciones armadas y la constitución de un grupo de países creíbles para una negociación de paz.
  4. La discusión territorial de ambos estados.
  5. La construcción de una política de defensa indivisible en la zona, que dé garantías a Israel.

Especial para SICNoticias por Carlos Gutiérrez Palacios.